Quienes practican BDSM* no necesariamente sufren de alguna patología o arrastran un pasado de abusos. Es más, entre sus seguidores hay tantos pervertidos como entre quienes practican sexo convencional.
Siguiente aclaración: quienes tienen fantasías sadomasoquistas, es decir, ¡de un 30 a un 50% de la población adulta!, no deberían padecer sentimientos de inadecuación. Gozar imaginándose siendo atada/o, humillada/o, latigando y/o similares no tiene nada de aberrante. Nuestra imaginación es libre… y por cruel o extrañas que sean nuestras fantasías son solo eso. En cuanto a convertirlas en realidad, las cifras son más conservadoras: sólo entre el 7 y el 14% las llevan más allá de lo imaginario. Pero los porcentajes, sin duda, serían mayores si incluyeran a quienes gustan de juegos tan inocentes como vendarse los ojos, esposarse o darse unas cuantas nalgadas en casa.
Si deseas iniciarte en algún juego alternativo o, simplemente, romper la rutina, aquí van tres ideas muy básicas -no deberían asustar a nadie- y una recomendación para empezar.
1. Privación sensorial. No ver y/o no oír aumenta las sensaciones corporales. Haz la prueba: cierra los ojos y acaríciate, después haz lo mismo, mirando. Nada que ver. Por lo tanto, para empezar, ¿por qué no probar con una venda en los ojos? Un juego: el amo acaricia al sumiso –puede además contarle una fantasía- y le hace sufrir tanto como desee, porque decide cuando le permitirá llegar. Extra: auriculares y música sensual… o silencio.
2. Inmovilización. Quien ata (de entrada, valdrán unos fulars o medias, ya complicarán las cosas más adelante) debe comprobar que no aprieten en exceso (¡pregunta!). No hace falta causar dolor (salvo que eso quiera el sumiso) y NO deben cortar la circulación sanguínea (prohibido el cuello). De hecho, para novatos, bastara que generen la sensación de no poder desasirse. Indispensable, siempre tener unas tijeras (sin puntas peligrosas, mejor las de tipo escolar) a mano por si el atado se agobia (o le da un ataque de pánico), algo le hace daño, pierde la conciencia (¿por qué crees que he escrito lo de no apretar en exceso?)…
3. Azotes. Si quieres probar, empieza con la mano y céntrate en las nalgas. Solo nalgas… Para dar hay que saber dónde: por ejemplo, en la parte baja de la espalda es muy peligroso, o sea que ¡nada de experimentar a lo loco! Tendrán tiempo para perfeccionar sus aptitudes. Más cosas: ¡calentar! ¿Qué quiere decir esto? Acariciar la zona un buen rato (hay quien se recrea en ello una hora antes de dar una nalgada) para relajar a la pareja y, sólo entonces,castigar ¡y hacerlo flojito! El objetivo es que quien recibe se relaje, que la sangre vaya concentrándose en la zona (las caricias previas pueden volverla rosácea) y, con ello, aumente su excitación. En definitiva, la idea es ir de menos a más. El placer no necesariamente está en la fuerza, sino en ese juego, que se puede acompañar, por ejemplo, de caricias genitales.
4. Palabra de seguridad. Pactar una. Si el sumiso la usa, el amo detiene inmediatamente la actividad. No vale elegir “no”, “basta” o “para”, porque es fácil utilizarlas como parte del juego. Si te va que te azoten es posible que también te gusta hacer ver que “NO” quieres que lo hagan… Por lo tanto, lo mejor es buscar otra expresión: “rojo”, por ejemplo.
*BDSM: Siglas de Bondage y Disciplina (B&D), Dominio y Sumisión (D/S) y Sadismo y Masoquismo (S&M). Sus diversas prácticas implican un intercambio voluntario y consensuado de poder entre dos o más personas para crear tensión sexual, placer y, en ocasiones, dolor. No necesariamente hay sexo, muchas veces lo que prima es la experiencia mental.