Por Maricelis Guedez
Partamos del principio de que cada persona es diferente. Nos criaron bajo un esquema de valores distinto, a nivel familiar, emocional y sexual. Hoy quiero comentar lo que considero puede ser de las cosas que más daño pueden hacerle a la intimidad de una pareja. Esto es juzgar al otro. Juzgar a la pareja en el terreno de la sexualidad puede llegar a hacer tanto daño como una infidelidad. En algunos casos heridas de este tipo tardan mucho en ser sanadas, o no sanan nunca.
Piensa que cada juicio negativo que hacemos tiene el potencial de convertirse en un devorador de orgasmos ambulante, que irá por allí procurando comerse pedacitos de futura felicidad compartida. Por eso:
Si su pareja le dice que ha tenido experiencias con personas de su mismo sexo, o si le dice que le satisface la estimulación anal, si le confiesa que quiere hacer un intercambio o un trío…Si su pareja le dice: __________________ (rellene aquí con cualquier cosa que se le ocurra), NO LO JUZGUE (o haga lo humanamente posible por no juzgarlo).
Al fin y al cabo, lo que usted piense al respecto probablemente no cambie en nada lo que su pareja desea. Pero si puede traerle un montón de problemas gratuitos.
Acá resulta útil distinguir entre experiencias, preferencias y valores.
Las EXPERIENCIAS son situaciones por las que hemos atravesado: Si hemos tenido 29 parejas sexuales esas son experiencias, si participamos en una orgía, eso es una experiencia, si tuvimos alguna relación homosexual, esas también son experiencias. Las experiencias, positivas o negativas suelen ayudarnos a descubrir cuáles son nuestras PREFERENCIAS en el terreno sexual y en el resto de las áreas de la vida: Si somos hetero u homosexuales, si practicamos bondage, si nos gusta el sexo oral, si preferimos la luz apagada, las nalgadas o los mordiscos. Las experiencias también ayudan a consolidar nuestros VALORES, que en este caso permean tanto nuestra faceta sexual como el resto de nuestra vida cotidiana. Ejemplos de valores son: Si somos generosos, leales, respetuosos.
Exteriorizar los juicios es un hábito recurrente sobre todo si provenimos de un entorno familiar cerrado, fuertemente religioso o donde no abundó la compresión. En un mundo ideal no deberíamos juzgar a nadie.
Sin embargo como somos humanos y emitir juicios de valor nos es intrínseco, resulta muy difícil no emitir un juicio (aunque sea superficial y mental) sobre cada cosa que nos cuentan. Si no podemos evitar juzgar a nuestra pareja, deberíamos evitar el decírselo, especialmente si entra en el muy sensible y delicado territorio de la sexualidad.
Ahora bien, en el próximo post les cuento qué podemos hacer si nuestra pareja nos confía algo que no nos gusta, algo que choca con nuestros valores o que nos resulta imposible dejar de juzgar.
*¡Lee la continuación en esta PARTE 2!