Uno de mis momentos favoritos en la vida es ponerme mis audífonos y salir a ver los árboles. Siempre que veo a esos seres grandes y verdes, pienso en lo mucho que nos parecemos: seres vivos resistiendo en una ciudad de concreto. Pienso en mi conexión con la naturaleza y en mi cuerpo habitando espacios, en el placer que me causa saberme parte de este sistema complejo llamado planeta tierra. Pero… ¿saben?, llegar a entender como placer algo tan cotidiano y no sexual, fue todo un viaje de conceptos y vivencias.
Cuando he platicado con mis amigues sobre nuestras clases de educación sexual en la primaria o la secundaria, siempre hay un común denominador: las clases hablaban de la prevención del embarazo y de las infecciones de transmisión sexual (ITS, mal llamadas ETS, pero luego podemos hablar de esto). Dos situaciones siempre atravesadas por el miedo y por la culpa. Nunca se habló de lo diversa que es la sexualidad, de las identidades, las orientaciones, distintas prácticas sexuales y la importancia de conocer y ejercer conductas de cuidado con nosotres y con nuestras parejas sexuales. Pero bueno, si no se hablaba sobre eso, en el placer ni se pensaba.
Hace poco, con mis amigas hablábamos de cómo fue que en la época de nuestras abuelas, las mujeres empezaron a tener un poco más de autonomía. Inició con el hecho oficializado en 1953 del derecho de la mujer al voto. Posteriormente, en la época de mi mamá, comenzaron los divorcios. Por ejemplo, en 1980, por cada 100 matrimonios, había 4 divorcios, mientras que a partir del 2011, creció a 16 por cada 100). A las mujeres de la generación de mi hermano (personas millennials), les tocó poder elegir, de forma más activa, si querían o no casarse y ha sido una lucha el poder decidir conscientemente eso. Entonces imagínense, si apenas estamos alcanzando a tener decisión sobre nuestros afectos, nuestros cuerpos, nuestras dinámicas, pensar en el placer, parece algo muy lejano.
Aunado a eso, pensemos en todo lo que controla nuestra posibilidad de vivir de formas más placenteras. En Historia de la Sexualidad Vol 1 – La voluntad del saber, Michael Foucault habla de las instituciones que regulan distintos comportamientos y vivencias humanas. Un ejemplo de ello, es la sexualidad, que está normada por la familia, la medicina y la educación, quienes durante mucho tiempo, se han encargado de enseñarnos que la sexualidad es meramente el sexo coital (es decir, entre una persona con pene y una persona con vulva) con el fin de reproducirnos. El pensar así la sexualidad, no sólo nos priva de conocer y descubrir, sino que también pone una barrera enorme frente a la posibilidad de explorar el goce y el placer sexual.
Pero bueno, a todo esto… ¿Qué es el placer?
Según nuestra mejor amiga wikipedia, el placer “se refiere a la experiencia de que algo (cosa, acción, sentimiento, etc) se siente bien, que implica el disfrute de algo.” Es decir, no forzosamente se remite a algo sexual, pero cuando en la cotidianidad hablamos de placer, o incluso si googleas placer, la mayoría de las opciones llevan a algo sexual.
Pienso mucho en cómo hemos construido un mundo en donde nuestra percepción de satisfacción, se da únicamente alrededor de un contexto sexual. Y aunque de forma constante tenemos normalizada la idea de sexo = placer, me gustaría que nos detuviéramos un momento a pensar si la ecuación es así de sencilla.
Muchas veces decimos que cada cuerpo es distinto, y esto aplica a un montón de cosas, entre ellas el placer. Puede haber personas que tengan las orejas muy sensibles y eso sea algo favorable o que les cause sobreestimulación y por ende incomodidad. Puede haber personas que les guste que haya mucha baba de por medio y a otras que no. Además de estos aspectos corporales, está el contexto: tal vez a alguien el hecho de que la compañera de piso esté en la casa, le impide tener relaciones sexuales libremente por pena; o si hay una fiesta y hay música muy fuerte, se desconcentre; o tal vez se estaba muy feliz y entrade y de pronto un olor nos desvía y el deseo cambia.
El tener sexo no siempre es garantía de pasarlo bien, además de eso, el “pasarlo bien” (el disfrute) no sólo depende de la persona con quien estemos. Hay muchísimas variables que pueden influir y para poder lograr la increíble tarea de identificarlas, la doctora Emily Nagoski creó una herramienta que nos ayuda a conocer e identificar cuáles son los contextos bajo los cuales sentimos más deseo sexual, comodidad y tranquilidad y por ende también, puede ser más sencillo habitar espacios de placer.
En esta herramienta, Emily nos pregunta sobre nuestro estado físico y emocional, sobre nuestra pareja, las dinámicas, el lugar y algunas otras variables que puedan afectarnos al momento de enfrentarnos a un contexto. La idea, tal como lo dice Emily, es entender cuáles son nuestros contextos sexys.
Cuando yo descubrí esta herramienta, pude entender mucho mejor cómo mi deseo sexual variaba y se movía en un espectro, entendí que hay muchas variables interviniendo y que, conocerlas, también me ayudará a la construcción de mi bienestar. Pero… más allá de eso pensé “¿y si transpolo esta herramienta a la vida cotidiana”? Y ahí, mi cabeza explotó.
Desde hace mucho tiempo me di cuenta que cuando hablábamos de consentimiento, muchas veces lo reducimos a respetar los “no” y a proseguir frente a un “sí”, cuando en realidad puede que cuando damos una afirmativa, haya un montón de cosas operando para que digamos que sí. Y considero que lo importante, es que ese sí esté fundamentado por un deseo entendiendo que la base de ese deleite es algo personal.
Pero más allá del deseo, me he puesto a pensar en la importancia de guiarnos por el placer. La trascendencia de crear un mundo donde el goce y el disfrute sea una constante, y no solo algo qué buscar alrededor del contacto sexual. Si estamos en este mundo, estemos de forma placentera.”
Tere Santana
Cuando pienso en esta idea, se me viene a la cabeza que, algunas personas sienten que buscar el placer es egoísta. Y si reflexionamos al considerar que el cuidado siempre está por delante, ¿no será factible ir hacia formas y dinámicas de cuidado que busquen el bienestar y el acceso al mayor placer posible? Porque al final de cuentas, vinimos a este mundo a descubrirnos, a conectar, a pasarla bien y a colectivizar. Y qué mejor que hacer esto desde prácticas de placer, buscando que todes tengamos acceso a él y comprendamos cómo puede coexistir y co-construir de la mano con el cuidado.
Empecé este texto hablando del entorno y cómo influye para generar cambios: el entorno donde nuestras abuelas pudieron votar, nuestras mamás pudieron divorciarse y nuestras hermanas están decidiendo casarse o no. Tenemos la posibilidad de construir nuestro entorno desde el placer: el placer sexual y el placer no sexual; el placer de la colectividad; el placer compartido… Llevar las herramientas de contextos sexys a contextos de bienestar. Descubrir y cimentar nuestro placer en lo privado y en lo público, para entendernos desde el goce y el disfrute, con el derecho de todes a vivir así.
Si tienes ganas de explorar más alrededor del placer en la cotidianidad, sigue a @shift. pleasure y regístrate en nuestro próximo taller.