Aún con tantas formas de amar, de vincularnos, de conectar, en la mayoría de las culturas, la monogamia sigue siendo una imposición idealizada de lo que “debería” de ser una relación de pareja, castigando a quienes se atreven a cuestionar y compartirse de otras maneras.
Entonces, ¿qué es la monogamia y cuáles son sus variantes?
MONOGAMIA: Se refiere a la aspiración de la idea de la “Pareja única para toda la vida”. Es un constructo sociocultural inalcanzable que implica prohibiciones y restricciones (cargado de doble moral) que consiste en reprimir las libertades de la pareja por celos y posesión. Fue y sigue siendo impuesta por la religión, la política, el sistema económico y los medios masivos de comunicación.
MONOGAMIA SERIAL: Es más apegado a la realidad, se refiere a tener varias parejas en el transcurso de la vida. Nos enamoramos de alguien, establecemos una relación y estamos por un tiempo y, cuando la relación se acaba, nos damos la oportunidad de comenzar de nuevo con otra persona. También incluye restricciones y prohibiciones sobre la posesión de la pareja.
A partir de estas, surge la opción de construir otro tipo de vínculo:
MONOAMOR: Se refiere a la elección de mantener sólo una relación amorosa a la vez, pero saliendo de la lógica monógama (sin expectativas consideradas como monogámicas). Se basa en la capacidad de decidir y acordar libremente lo que cada quien quiere con su pareja (acuerdos libres y no impuestos que cuestionan el guion monógamo) Sin que esto signifique necesariamente tener otras parejas sexoafectivas.
Para comprender el monoamor, hay que cuestionar el concepto de amor, de pareja y el guion romántico de la monogamia.
El amor es un conjunto de vivencias, un proceso que puede ser vivido con mayor o menor duración, con mayor o menor intensidad, en el que se interrelacionan y activan las emociones, el pensar, el sentir y el actuar del ser humano”, define Fina Sanz1, en su libro Los vínculos amorosos.
Cuando las personas involucradas en una relación sexoafectiva definen sus acuerdos, se generan diversidades relacionales. Según Gabriela Merlos2:
“Las diversidades relacionales se refieren a múltiples formas que las personas establecen y mantienen relaciones íntimas y afectivas, que pueden diferir significativamente según el contexto cultural y social. Cada cultura y sociedad, influida por su propio momento histórico, establece normas de comportamiento específicas que afectan directamente cómo se conciben y practican estas relaciones. Las sociedades inculcan en sus miembros, una serie de creencias, valores y perspectivas sobre el género y las relaciones desde la infancia. Estas normas y valores se solidifican a través de la influencia de agentes socializadores clave como la familia, las escuelas y los medios de comunicación.”
Las diversidades relacionales entonces, se refieren a las múltiples formas que las personas pueden relacionarse afectiva, erótica y sexualmente. Incluye otras configuraciones no tradicionales como: las relaciones abiertas o libres, el poliamor, la agamia, la anarquía relacional y el contra amor. De esas variantes hablaremos en otro artículo.
Nos enfocaremos en el monoamor, la elección consciente de un solo vínculo afectivo sin imposiciones, que consiste básicamente en un mensaje claro: podemos estar con otras personas, pero no queremos por decisión propia, no por imposición.
En oposición, el guion monógamo basado en el amor romántico es una construcción social que idealiza una forma específica de relación de pareja. Este modelo establece un conjunto de expectativas y normas sociales que muchas personas siguen sin cuestionar, asumiéndolas como “naturales“ o “normales“. Estas expectativas incluyen la idea de que el verdadero amor es exclusivo y duradero, que debe culminar en el matrimonio, y que las relaciones afectivas y sexuales deben mantenerse dentro de los límites de la pareja, poniendo en jerarquía y prioridad a la pareja de las amistades. Además, se espera que cada persona desempeñe roles tradicionales de género, donde el hombre es el proveedor y la mujer es la cuidadora, perpetuando dinámicas de poder que limitan la libertad y el desarrollo personal.
Estas normas están profundamente arraigadas en la heteronorma y sus sexismos, es decir, en la presunción de que las relaciones heterosexuales tradicionales son la norma social. Sin embargo, es importante destacar que estas expectativas y roles también se replican dentro de la comunidad LGBTIQ+, donde a menudo se espera que las parejas adopten patrones monógamos similares a los de las parejas heterosexuales. Este guion social impone una visión limitada de las relaciones, donde la apropiación mutua de la vida sexual y afectiva se convierte en una medida de éxito y estabilidad en la pareja, tal como lo describe Israel Sánchez3, en su libro Agamia:
“Una pareja es una apropiación de la vida sexual y afectiva de una persona al precio de que la otra persona se apropie de la tuya. A veces sin querer, a veces intentando evitarlo, a veces dando ‘permisos especiales’ para tener relaciones sexuales fuera de la pareja, aun así, la apropiación se produce.”
Uno de los mitos que el amor romántico trae consigo es que el amor puede cambiar a las personas: por amor cambiamos, renunciamos, sacrificamos y después, le cobramos factura. Otro gran mito, el de la media naranja, nos considera personas incompletas, ya que se supone que no se puede ser feliz en solitario y, no olvidemos, el que avala la violencia, ya que la posesión “justifica” los celos y el control sobre el actuar de nuestra pareja.
Este guion promueve la idea de que el amor verdadero y la felicidad sólo se alcanzan a través de una relación exclusiva y permanente entre dos personas. Se espera que estas parejas pasen por una serie de etapas predefinidas que incluyen el enamoramiento, el noviazgo, el compromiso y el matrimonio, seguido por la convivencia y, a menudo, la formación de una familia. Este modelo prescribe roles de género tradicionales que se convierten en mandatos, y atribuye un alto valor a la fidelidad y la exclusividad sexual y emocional.
Este esquema puede influir fuertemente en cómo las personas perciben y manejan sus relaciones, a menudo sin cuestionar si este modelo realmente satisface sus necesidades individuales y mutuas.
El monoamor cuestiona y trata de tomar decisiones libres y conscientes priorizando el bienestar individual y relacional (éticas), y hay varias formas de vivirlo.
Puede ser que la pareja tenga una relación cerrada con posibilidad al diálogo y a replantear los acuerdos cada tanto; o una relación abierta (quienes dentro de una relación monógama llegan al acuerdo de tener la libertad esporádica de relacionarse con otras personas en contextos pasajeros y únicamente sexuales), donde los acuerdos sean que se pueden vincular erótica y sexualmente con otras personas o incluso no hacerlo, pero tener la posibilidad de hacerlo; o puede ser que se encuentren en una relación libre mixta llamada mono-poli, donde a una persona no le interese vincularse sexualmente con otra y aun así estar de acuerdo en que su pareja se vincule sexualmente con otra.
Las combinaciones que se pueden realizar desde el consenso son diversas, y mientras el consentimiento esté explícito, entonces hablamos de relaciones éticas.
Lo que importa es que el bienestar sea el protagonista y que cada elección sea tomada desde la consciencia reflexiva y desde el amor, es decir, de cuestionarlo todo y ser capaz de crear las reglas del juego personalizadas y no replicar nada que nos cause malestar.
Es así como el monoamor, es una opción para aquellas personas que buscan un compromiso amoroso, ético y, a la vez, libre de juicios y de imposiciones.
Desde el amor, Alexa.
*Referencias
- Sanz, F. (2021). Los vínculos amorosos: Amar desde la identidad en la Terapia de Reencuentro. Editorial Kairós.
↩︎ - Dra. Gabriela Merlos, conocida como Krystal de Sade (2024), fundadora de @PoliamorMX y experta en Diversidades Relacionales. ↩︎
- Sánchez, I. (2020). Agamia: programa para la emancipación relacional colectiva : día uno. ↩︎