Maternidad y sexualidad
La idea de la sacralidad materna, es decir, de que la sexualidad de las madres debe ser sinónimo de castidad, fue una invención religiosa y patriarcal. Se argumentaba que “una madre verdaderamente devota no podía tener otros intereses más que en sus hijos”.
La mujer cargaba la maternidad como un destino implacable, y el placer no estaba incluido entre sus valores: disfrutando o no, se convertiría en madre, y esto se consideraba el clímax de su vida.
Durante incontables años, se ha invertido mucho para reprimir la libido femenina, pues se creía (y todavía se cree) que, si esta energía se descontrolaba, cuestionaba las masculinidades tradicionales y amenazaría fatalmente el orden, el equilibrio y la seguridad de las esferas doméstica, social e institucional.
Yan Thomas comenta que “casi todas las sociedades humanas anteriores a la emancipación de las mujeres en el mundo industrial contemporáneo”2 las consideraban fundamentalmente por sus capacidades de ser madres.
Solamente en el siglo XIX se inicia la separación entre sexualidad y reproducción, incluyendo a la mujer como sujeto de derechos. En este contexto, Geneviève Fraisse explica que el psicoanálisis operó una ruptura importante al proponer la teoría de la sexualidad3. A pesar de ello, la mujer siguió perteneciendo al ámbito doméstico y familiar, cumpliendo la hercúlea tarea de reproducir la especie, edificada en la jerarquía de los sexos.
Fue hasta la década de 1970, es decir, recientemente, y ya dotadas de los recursos para controlar la reproducción, cuando las mujeres se manifiestan para conquistar la libertad y la igualdad. “Se les abre una diversidad de formas de vida que sus madres no conocieron”4, revela Elisabeth Badinter.
En la misma época, el concepto de salud sexual fue definido primordialmente por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y significaba: “integración de los aspectos somáticos, emocionales, intelectuales y sociales del ser sexual, de manera enriquecedora y que fortalezca la personalidad, la comunicación y el amor”5. Para diferenciar, la salud reproductiva implicaba que las mujeres pudieran tener una vida sexual segura y pacífica, con independencia y libertad para engendrar cuando y cuantas veces quisieran. Ambas definiciones estaban vinculadas a la promoción de la igualdad de género.
La historia no se detiene ahí. Finalmente, en la década de 1990 se definieron los derechos sexuales, que implicaban la autonomía de las mujeres a la hora de tomar decisiones sobre su propio cuerpo, es decir, podían elegir con responsabilidad y libertad sobre cuestiones relacionadas con su sexualidad, y para eso, estarían libres de coerción, discriminación y violencia.
Es importante resaltar que el ejercicio de la sexualidad femenina, entre numerosos factores, también incluye la maternidad. Sin embargo, esta se mantuvo desvinculada del ámbito de los placeres: La concepción, el embarazo, el parto y la lactancia han estado relacionados únicamente con la fisiología y la medicina.
Para la madre, el sexo fue reducido al acto reproductivo, permaneciendo intacto en el espacio reservado al silencio de los pecados y de los tabúes. Sin embargo, para sorpresa de casi todos, las madres también desean y…, ¡disfrutan!
Maternidad y puerperio
Resulta que en el puerperio6, el sexo se quedará al final de la lista de prioridades, como proceso natural. Durante el posparto, la mayor parte de la energía de la madre se concentrará en la lactancia, y esto tiene una explicación biológica: la prolactina, responsable de la producción de leche, junto con la caída de algunas hormonas (estrógeno y progesterona), disminuyen la libido y la lubricación vaginal.
Para la recuperación fisiológica se estipula un periodo promedio de, al menos, 40 días. Sin embargo, se sabe que el regreso del deseo, el placer y la frecuencia de las relaciones, depende de otras cuestiones, como las emocionales y puede demorar hasta un año.
El puerperio, también es un momento en el que la mujer necesita lidiar con numerosas presiones y expectativas: la atención, cuidado y estado de alerta hacia el llanto de su bebé, las noches de insomnio, el cansancio, la falta de una red de apoyo (casos cada vez más frecuentes), la inseguridad en relación al nuevo rol materno, el estrés, el miedo de volver a quedarse embarazada, miedo a sentir dolor, cambios físicos que minan la autoestima, emociones ambivalentes y adaptaciones necesarias a la nueva rutina. Todos estos factores, juntos o no, pueden conducir a la fragilidad emocional y al agotamiento físico.
Claro está que no se puede hablar de la maternidad sin referencia a la sexualidad. La privación de la sexualidad durante este dicho período -más allá del biológico o de la imagen estigmatizada de la pureza-, en realidad está ligada a otros diversos factores: soledad, juicios, sobrecarga de responsabilidades, obstáculos en la profesión, condición económica, entre otros tipos de violencia.
Aun así, cada mujer es única y es necesario que retome su vida sexual cuando se sienta plenamente fortalecida, y este tiempo debe ser respetado. La sexualidad femenina no se restringe a la reproducción de la especie humana, y no es un espacio de control de los hombres, de las religiones…de cualquiera. Es una dimensión importante de la existencia individual y también está constituida por la afectividad (sensación, sentimiento, emoción, estado de ánimo). Sí, una madre es un sujeto de deseo.
A pesar de los logros y avances históricos, e incluso con el ingreso de las mujeres a la vida pública, la equidad de género sigue siendo una utopía lejana. Continúa recayendo en la gran mayoría de ellas, gestionar el cuidado del bebé, las actividades domésticas y profesionales; todo al mismo tiempo.
¿Qué desea una madre del siglo XXI? Como mujer contemporánea, no hay nada que le excite y emocione más, que ser tratada con respeto, compartir y dividir las responsabilidades, así como tener igualdad salarial. Para que estas y otras conquistas sucedan, los cambios deben seguir hasta que se concreten, y que si decide ser madre, se sienta fortalecida emocionalmente con su bebé y tenga tiempo para sí misma, al contar con una red de apoyo confiable (no sólo doméstica, sino también social e institucional); así tendrá restaurada su libido cuando menos se lo espere, y disfrutará como quiera, ¡nada más placentero!
*Referencias:
1 Nelson Rodriguez, Flor de obsesión: las 1000 mejores frases de Nelson Rodrigues; org. Ruy Castro.
2 Yan Thomas, La división de los sexos en el derecho romano, en Historia de las Mujeres en Occidente, Georges Duby y Michelle Perrot, vol. 1.
3 Geneviève Fraisse, De la destinación al destino, Historia filosófica de la diferencia entre los sexos, en Historia de las Mujeres en Occidente, Georges Duby y Michelle Perrot, vol. 4.
4 Elisabeth Badinter, El conflicto; la mujer y la madre.
5Cuadernos de Atención Primaria, Ministerio de la Salud, Salud Sexual y Salud Reproductiva, Brasil.