Una metáfora que se repite en artículos y menciones al poliamor es la de tejer los vínculos.
El Placer del Saber habló con seis personas que pensaron y/o exploraron el poliamor para conocer esas primeras conversaciones y sus recomendaciones para formar una relación poliamorosa.
“Me acuerdo muchísimo la primera vez que mencioné las palabras ‘amor libre’ a un novio”, dice Natalia, tenía 17 años y hace pocos meses empezaban a salir. Cuando surgió el “qué somos”, le dijo que lo amaba pero que era una “persona de amor libre”. Esa relación resultó monógama y con fuertes conflictos con respecto a los celos. Cuando cortaron, ella se planteó muy seriamente no volver a tener relaciones mononormadas.
*Ver también “Desmitificando el Poliamor: Glosario de palabras clave”
Fue muy distinto cuando volvió a hablar sobre relaciones no monógamas con su actual “compa”, con quien coincidía en el tipo de relación deseada. “Sabíamos que la única forma de que eso se dé sin lastimarnos era hacerlo respetando nuestros procesos”, cuenta. Comenzaron afirmando que podían sentir atracción por otras personas y, con el tiempo, se empezó a generar complicidad. Los “fantasmas” se fueron alejando y las conversaciones, escalando. Siempre profundizando en cómo se sentían.
“¿Cómo te sentís con él?”, también fue la pregunta que le hizo Lucha a una amiga. Sus primeras conversaciones sobre poliamor las compartió con una amiga que estaba saliendo con alguien con el que ella también estaba vinculándose sexo-afectivamente. Comenzaba el año 2013 y aún no había estallado el movimiento feminista en el mundo, pero ellas hicieron un acuerdo sororo: priorizaron sentirse cómodas con la situación.
Esas conversaciones fueron desafiantes y fueron variando a lo largo de sus distintos vínculos, que se fueron tejiendo en su propio tapiz. Y un espacio clave para esto fue un “círculo de amor libre” que Lucha formó con amigas. Allí se acompañaron al expresar sus sentimientos en colectivo. Natalia también comparte cotidianamente estos diálogos con sus amistades. Aparece la idea de la “independencia” dentro de las relaciones, el cuestionar las jerarquías de la monogamia y también las distintas formas de abrir las relaciones. En el debate se siente cómoda, empatiza y le sirve para enriquecer su pensamiento.
A veces una conversación puede despertar un interés nuevo. Patricia decidió investigar sobre el poliamor tras escuchar cada vez más esa palabra en sus círculos. Llegó a un taller de lectura y debate, donde se habló de comunicación, apertura a la exploración y distintas formas de relacionarse. A ella le resonó un pensamiento: que lo que aplica para algunas personas -específicamente mujeres blancas- no es universal, sino que se manifiesta influido por factores sociales como la raza y la orientación sexual, entre otros.
Desde esa perspectiva interseccional, Patricia considera que no existen las condiciones para una relación poliamorosa en igualdad de condiciones en una sociedad donde los hombres son sujetos de poder por sobre las mujeres y otras identidades, es decir, en el sistema patriarcal . Fue en esas conversaciones con otres y consigo misma, en las que concluyó que -al menos para ella- el poliamor no sería una clave que la dirija a la libertad sexoafectiva.
Lucha coincide en un aspecto: al relacionarse con algunos varones heterocis, hubo dificultades para comprender su orientación bisexual. Sin embargo, con otro varón cis, pudo establecer un vínculo en el que acordó otras pautas desde su disidencia. Incluso él también comenzó a hacer una transición hacia su propia identidad de género y orientación sexual en el proceso. “Siento que la disidencia puede hacer que el tránsito poliamoroso sea más libre”, comenta ella.
Mauro es un varón cis que se autodenomina “antipatriarcal”, es decir, en contra del sistema de dominación de hombres por sobre mujeres y otras identidades. Cuenta que, cuando su compañera -que también es bisexual- le planteó tejer una relación sana y abierta, tuvo miedo de sufrir. Específicamente reconoce que tenía una perspectiva falocéntrica, pensaba en la competencia con otros penes y que, quizás no sufriría tanto si ella estaba con otras mujeres. En este punto, su experiencia le demostró que estaba equivocado: le fue igual de difícil.
Para él, la masculinidad frágil es lo que más expone a los varones. “Salir de eso no es fácil, por la sensación de propiedad. Nosotros no somos dueños de nadie, las personas podemos elegir con quién compartir. Y la autonomía de esa elección es la que hace más fuerte los vínculos”, reflexiona. Con el tiempo y a través de las conversaciones con ella y en un círculo de varones, notó que el amor no decreció por tener sexo con otras personas, sino que, al contrario, su relación se fortaleció.
En otro caso, antes de investigar el poliamor, Luciana estudió con su pareja cómo relacionarse sin desigualdad de género. Y cuando el debate viró hacia la no exclusividad sexual ni afectiva, comenta que les ayudó mucho el ejercicio de plantear situaciones hipotéticas: ¿qué pasaría si sucediera esto? “Cuando llegaron las situaciones había como un trabajo de la conciencia hecho, que de alguna manera hacía que impactaran menos las situaciones”, dice.
Ella también coincide en que a su compañero varón le costó más por la masculinidad aprendida. Ese proceso le enseñó a respetar y respetarse. “Por momentos me cuesta entender que el otro tiene otro tiempo y que eso implica la diferencia entre acompañar los procesos del otro y no suspender los propios”, afirma.
Quizás el puente sea el tiempo, o la paciencia. A Mauro le tomó un año y medio de conversaciones para sentirse cómodo con que su compañera tenga relaciones con alguien más. Casi cuatro años después, reconoce lo valioso que fue avanzar en el deseo de ella “sin prisa, pero sin pausa”.
Otra recomendación que reconoce Natalia es fluir con los cambios: “Creo que la clave es ir re-pensando los arreglos, permitiéndoles ser flexibles, no estancarlos. Crear los propios acuerdos para cada vínculo y comunicar, siempre”. En ese sentido, al proponer el debate constante, el poliamor “se vuelve un reto”, como comentó una persona en la primera nota sobre poliamor en El Placer del Saber.
En otro ejemplo sobre la flexibilidad de los vínculos, la experiencia de Romina fue plantear una relación abierta desde el principio, sentir que no era lo que realmente quería y decidir cerrarla después. En ese proceso, sintió inseguridades y celos que trabajó en terapia, donde aumentó su autoestima. Agrega que fue muy importante para ella sentir el apoyo de sus amigas al decidir qué tipo de relación tener. Como resume Natalia, “La clave es escuchar tu deseo”.
Sobre los celos, Luciana explica que, cuando siente inseguridades, busca el lugar específico donde se encuentra esa angustia, y trata de transmitirlo. “No hacerse el superado sino tener una actitud humilde. Y, cuando le pasa a nuestros compañeros, no ser condescendiente sino comprenderlo desde la complejidad que tiene”, afirma y agrega que “hay un trabajo desde el amor y la contención, aprendiendo mucho de los feminismos a no maternar esas situaciones, sino acompañar desde la igualdad”.
No hay una sola forma de tejer vínculos. El poliamor y las relaciones no monógamas, proponen otras formas de relacionarse, sin cerrarse a un único tipo posible ni tampoco en una receta única. Para algunas personas, la experiencia puede ser sanadora, como concluye Lucha: “Creo que el poliamor o como le queramos llamar, es una herramienta para deconstruir las consecuencias que nos puede traer la violencia machista. Y nos ayuda un montón para sanar”.