En Latinoamérica sólo cinco países cuentan con leyes específicas sobre salud sexual y reproductiva: Argentina, Guatemala, Uruguay, Chile y Paraguay.
Específicamente, Uruguay se caracteriza por ser uno de los países en Latinoamérica con leyes de avanzada también con respecto a género. La Ley de Salud Sexual y Reproductiva, aprobada en este país en el año 2008, contempla la educación sexual integral en centros educativos, tanto en primaria como en secundaria, así como para el personal de la salud. En el año 2012 se aprueba la ley que despenaliza el aborto y en 2013 la ley del matrimonio igualitario.
Esto evidencia un país donde el tema género importa y se realizan acciones para lograr la equidad.
Sin embargo, a pesar de contar con todas estas leyes y desarrollar un programa de educación sexual en los centros educativos y policlínicas, la menstruación sigue siendo un tabú, un proceso natural invisibilizado y esto trae, como una de sus consecuencias, la feminización de la pobreza (carestía hacia y para las mujeres).
Abordar en este artículo sobre cómo este sistema se ha encargado de dar un mensaje equívoco y constante acerca de la menstruación, al grado de esconder y hasta aborrecer un proceso que nos pertenece, que es sano y absolutamente normal, nos llevaría a citar extensas publicaciones.
Hay algo mucho menos visto, que también es cotidiano y podría ser el inicio para reconciliarnos con nosotres.
Desde hace pocos años, algunas mujeres y personas menstruantes están retomando algunos usos y optando por usar paños higiénicos de tela, o ropa interior con toallas incluidas o copas menstruales (vaginales), como una forma de mejorar su salud y vivenciar más naturalmente sus periodos menstruales (menstruación sostenible). De esta forma no se absorben, a través de la sangre y de la piel, todos los químicos que contienen los paños higiénicos industriales: la menstruación tiene olor a menstruación y no a mezcla con perfumes artificiales.
Aún así, ¿Cuánto gastamos a lo largo de nuestras vidas en productos de higiene menstrual, incluyendo los productos farmacéuticos para quitar el dolor? ¿Quiénes pueden acceder a una menstruación sustentable?
En Uruguay, el Estado prevé, a través de la ley de Salud Sexual y Reproductiva, una canasta de productos anticonceptivos para aquellas personas que no pueden acceder por su condición económica a los mismos, pero no considera proporcionar paños higiénicos y otros productos, ni otras soluciones para las personas que menstrúan, es decir, políticas públicas para una menstruación sustentable: la menstruación es parte de nuestra salud sexual y reproductiva pues no es tan solo un problema personal e íntimo.
Esta realidad no es solo en Uruguay, dónde las personas de contexto vulnerable, no acceden a casi ningún producto por no poder comprarlo, y en este sentido, no solo nos referimos a mujeres y adolescentes, sino también a cualquier persona que esté en ese momento vital.
En el año 2014, la UNESCO cita un estudio del Banco Mundial que estima que las adolescentes, pierden de un 10 a un 20 por ciento de presencialidad en sus clases escolares debido a los retos de sobrellevar la menstruación en lugares públicos como la falta de acceso a productos higiénicos y agua potable, entre otros.
Recientemente, en 2021, el gobierno de Chile, realiza por primera vez un estudio de gestión menstrual “con el objetivo de determinar el costo, necesidades y conducta de compra” de las mujeres y personas menstruantes, ya que según sus estimaciones, “cerca del 30% de la población menstrúa todos los meses y es un proceso que dura unos 40 años.”
También como parte de los resultados del estudio, en Chile, 40% de las personas tienen dolores muy intensos o extremos durante el ciclo menstrual y un 66% utiliza algún tipo de tratamiento para aliviar los dolores menstruales, por ejemplo, antiinflamatorios o anticonceptivos.
Les invito a que hagamos el cálculo de lo que gastamos por mes en paños higiénicos o productos de higiene menstrual y medicamentos, y lo multipliquemos por los años promedio que menstrúa una persona; nos sorprenderá la cifra.
Si bien podríamos aprender cómo confeccionar nuestros propios productos menstruales, es necesario poner luz a este gran problema que incluye la falta de acceso de cierta población a estos productos y la invisibilización de la menstruación como un proceso no elegible y natural.
Todas las personas deberíamos poder acceder a una menstruación sustentable y digna, más allá de nuestra situación económica, y para ello tendríamos que empezar por preguntarnos sobre el derecho a la salud sexual de las personas que menstrúan en situación de calle.