La masturbación no suele ser bien visto o aceptado cuando se practica teniendo pareja…que si es un sustituto del sexo con alguien, que si tienes pareja no tendría que hacerte falta, que es una actividad reservada para solteros… Total, todavía hoy cuesta hablar de ello con franqueza.
La forma en que se produce el descubrimiento tiene mil versiones, pero la alarma suele ser igual de grande. Pongámonos en situación. Isabel se despide de su marido, sale de su casa apresuradamente pero, ya en el garaje, se da cuenta de que no lleva puesto su anillo favorito. Lo dejo en el lavamanos. Temerosa de que caiga por el sumidero, regresa. Está a punto de entrar en el baño, cuando a través de la puerta entreabierta ve a su marido masturbándose mientras se mira en el espejo. Sale silenciosamente, sintiéndose avergonzada, confundida, incluso traicionada: “¿Por qué se masturba si me tiene a mí?”
Lejos quedan los tiempos en que se estigmatizaba la masturbación. Ejem, mejor afinamos, porque para ser exactos, no es del todo así: el automimo no suele ser bien visto o aceptado cuando se practica teniendo pareja. El pesado fardo de los viejos y falsos mitos: que si es un sustituto del sexo con alguien, que si tienes pareja no tendría que hacerte falta, que es una actividad reservada para solteros… Total, todavía hoy cuesta hablar de ello con franqueza, ¿aún más con la pareja?
Pongamos los puntos sobre las íes. La realidad confirma que aún teniendo una satisfactoria vida sexual de pareja lo habitual es masturbarse a solas de vez en cuando. Seamos claros, hay momentos en que uno solo desea ocuparse de su propio placer, centrarse en sí mismo, sin molestarse en tener en cuenta los deseos y necesidades sexuales del otro.
Pero es que, además, es una opción muy valida cuando la pareja está físicamente separada, o cuando uno de sus miembros se está recuperando de una enfermedad, estamos de posparto o algo nos impide compartirnos. Y no acaban ahí sus virtudes. También puede ayudar a equilibrar discrepancias en cuanto a la frecuencia. Esto último es muy importante: quienes comparten lecho no suelen tener las mismas necesidades sexuales. ¿Qué pasa cuando uno quiere y el otro no? O bien uno se queda con las ganas o el otro se ve obligado a mantener relaciones sin desearlas. En ambos casos, mal rollo. Si en cambio aceptamos que autosatisfacerse es parte de nuestro repertorio sexual de pareja, se acabó el problema.
En fin, que lo sepas, no menos del 70% de los casados, tanto hombres como mujeres, practican la masturbación, puede que ellos más a menudo, pero no tanto como te estás imaginando… O sea que, dejémonos de alarmismos inútiles: masturbarse no tiene nada que ver con el hecho de tener o no compañero. Por convivir con alguien, ¡no hemos de renunciar a nuestra individualidad sexual!